viernes, 15 de marzo de 2013

CUENTOS DEL CEMENTERIO: EL ARBOL MILAGROSO. PARTE 1

CUENTOS DEL CEMENTERIO

                EL ARBOL MILAGROSO. PARTE 1.








Si Usted lo desea puede escuchar el relato del cuento en siguiente video
 

           Cuando se conoció la noticia de que doña Elvira había festejado su cumpleaños numero 120, vinieron periodistas de todo el país a querer reportearla y sacarle algunas fotos. Los mas destacados diarios nacionales y hasta algunos de países limítrofes, se interesaron por este raro suceso. No había tanta gente en el mundo que pudiera ostentar dicha edad. Pero lo mas curioso del caso fue que doña Elvira lucia elegante, su cuerpo y su rostro que no presentaba signos del transcurso del tiempo, casi parecía de unos 60 años, no usaba lentes, tampoco audifonos, no presentaba signos de vejez significativos. Algunos periodistas, los primeros que se acercaron, no creyeron en la edad de doña Elvira, así que pidieron información documentada de la fecha del nacimiento de ella.  Doña Elvira, guardaba muy prolijamente sus papeles de constancia de nacimiento en un sobre de nylon transparente,  que lucia,  una pronunciada solapa y un regio broche blanco que lo cerraba a presión. No tuvo ningún inconveniente de mostrar sus comprobantes identificatorios legalizados a cuanto reportero incrédulo lo solicitara.

      En la humilde casa, no cabían todos los visitantes ocasionales y si bien tenían pensado festejarle su cumpleaños con una torta bastante grande a la que le habían comprado un numero 120 bastante visible y de color rosado para adornarla, era impensado poder compartirla y satifascer a toda esa multitud, que parecía acrecentarse,  cada vez mas a medida que pasaban las horas.

       Los movilleros iban llegando al barrio, ocuparon toda la calle y las laterales también. Era un mundo de gente y todos hacían pugna por querer ingresar a la humilde y pequeña casa, propiedad de la cumpleañera. A nadie le llamo la atención, estaban tan entretenidos con realizar la nota con doña Elvira, que los fondos de la casa terminaban casi justo en el paredón del cementerio, solo lo separaba una callejuela de tierra no tan ancha por donde sabían pasar los carros de varios cartoneros que venían de cumplir su labor diaria.
      
       Un cementerio que si bien no era demasiado grande, era demasiado viejo. Su fecha de contruccion databa de 1780, por allí habían pasado desde antepasados remotos con indescifrables historias, algunas increíbles, como la del mestizo Laguna, un habitante de tantos de aquel entonces que decían sabia tener poderes enigmáticos y que paso su vida por esos lugares haciendo gala de su mística habilidad para conseguir hacer llover en épocas estivales, cuando el sol acosaba cruelmente sobre las descampadas y áridas tierras en aquella histórica sequía acaecida en el lugar allá por el año 1820. 

     Apenas unos 20 o 30 metros separaban el muro del cementerio de aquella casa. Por ahí se filtraban historias, algunas que se contaban a puertas cerradas, en las casa aledañas, por temor a que se vieran afectados los grupos familiares de los mas valientes relatadores, historias de fantasmas, apariciones de personas enterradas allí en el lugar, otras decían de unos duendes que sabían jugar entre los arboles por las noches, de sus risas y sus debilidades por las bromas.
    
     De arboles el cementerio estaba repleto, pero había un viejo arbol desconocido, nadie sabia de que especie era, y que todos sabian que estaba alli desde que tenian conocimiento, yacian sus ramas recostadas sobre el muro del viejo cementerio que daba enfrente de los fondos de la casa de doña Elvira. Desde su ventana de su pieza de dormitorio, ella sabia contemplarlo todos los dias por mucho tiempo, mientras descansaba sobre su cama, pensativa, como lo sabia hacer todas las tardes.

    Nunca dijo, a pesar de las muchas preguntas que le habían hecho los periodistas, esos que habían llegado a estar,  algunos mas de una semana para conseguir el reportaje de la formula mágica. Así la habían denominado en el ambiente periodístico para lograr el mejor encabezado a sus titulares, con el fin de conseguir mayor atracción de los lectores que asiduamente devoraban la historia en los periódicos, tratando de descubrir la formula secreta denominada, de la vida eterna.

    Pasaron mas de dos semanas y no se pudo saber nada, doña Elvira solo atino a decir: " Ni yo tampoco se porque vivo tanto...  sera el destino, nomas." y cerraba los comentarios dejando esa estela de dudas y un fuerte descreimiento. Algunos periodistas comenzaron a merodear por el vecindarios en busca de mas información:  hubo varias versiones, pero la mas creíble era una  en la que varios coincidían. La posibilidad de que doña Elvira fuera un día a la semana, con una bolsa de tela a recojer las hojas de aquel viejo arbol ,fue la mas sospechosa.

      Montaron guardia y supieron esperar,  aquellos apremiados por la falta de trabajo, ante las incesantes quejas de sus respectivos jefes que estaban totalmente desconformes por sus escasos resultados. Y la espera dio sus frutos.
     
      Fue una tarde-noche de un viernes que doña Elvira salio con su bolsa de tela a recojer las hojas del viejo y desconocido arbol, que,  ya sea por capricho o intencionadamente habia crecido alli, justo alli, entre las viejas tumbas de algunos antepasados indios y parientes de doña Elvira. Al salir,  se ocupo de mirar bien a los cuatro costados de que ya se hubieran ido los reporteros con sus moviles y cámaras. Volvió con la bolsa casi llena, luego entro en su casa y con total cuidado cerro la puerta, puso a hervir en agua las hojas que había sacado una por una y dejo descansar algunos minutos la infusión, ante la mirada intrigante de un par de periodistas jóvenes que espiaban por una de las ventanas de la casa que había quedado abierta. Allí supieron esperar hasta que como era lógico, doña Elvira sirvió la infusión en una gran taza, luego le puso un par de cucharaditas de azúcar, las revolvió despacio y sentada en la mesa de su cocina, se la bebió, lentamente y siempre dando algunos giros al gran tazón. Enjuago bien la taza y la guardo, luego apago todas las luces y fue hacia el dormitorio adonde procedió a descansar hasta el otro dia.


                                         Fin de la parte 1 .

Estimado Lector, muchas gracias y hasta la próxima.