miércoles, 16 de septiembre de 2015

CUENTO: MI MADRE ALCOHÓLICA . PARTE 5

 CUENTO: MI MADRE ALCOHÓLICA.  
                           
                                      (PARTE  5)

                                                          De: Jorge Godoy
ver la parte 4

        La familia que empleaba a María, no vio con buenos ojos todo lo que a ella le estaba pasando últimamente, si bien sabían de antemano sobre su enfermedad, siempre estuvieron predispuestos a ayudarla, pero el limite de la paciencia pronto, muy pronto, les llegaría a su fin. 

       De las ultimas tres semanas María solo había ido a trabajar la mitad de los días, el resto, ella argumento haber tenido fuertes dolores de cabeza. Preocupados por su salud,  la obligaron a presentarse ante un medico,  que para su desgracia le diagnostico que estaba apta para el trabajo y ordeno el alta de inmediato. Eso la obligaba a presentarse a trabajar, a continuar normalmente con sus tareas. Pero, todo quedo desde ese momento, bajo cierta vigilancia, la confianza de sus patrones se fue diluyendo de a apoco, como de a poco se le iba destruyendo la vida a ella bajo los efectos del alcohol. De ahora en adelante debería trabajar mejor y demostrar mas eficiencia, así como lo supo hacer antes, antes de que se fuera con Juan, a trabajar allá en el campo.

        Ella nunca lo hubiera creído, tampoco Juan, pero, algunas semanas, tan solo, la separaban de la tremenda depresión que le ocasionaría la perdida del trabajo. Los patrones hablaron antes con Juan para explicarle, para excusarse. Argumentaron que se les había agotado la paciencia de luchar contra el desgano; aseguraron,  que eso fue lo primero que se había apoderado de ella. Que mas luego llego la desatención por sus tareas habituales y después,  las faltas reiteradas al trabajo, sin avisar, sin pedir permiso. Terminaron tildándola de negligente ante la cara de sorpresa y de resignación del pobre Juan, quien inútilmente rogó para que echaran un manto de piedad sobre María. 

     A Juan todavía le faltaba comprender que la gente cambia, que cambia de parecer, que cambia de opinión, que cambia de idea, así como cuando se cambian la forma de vestir a cada rato, por cierto nerviosismo, por cierta inseguridad, yendo y viniendo adelante de un espejo, calculando y recalculando sus apariencias varias veces y las veces que fuera necesario, todo para ver de que forma pueden aparentar mejor, para sobresalir en la forma mas elegante cuando tienen que asistir a esas reuniones adonde son invitados nada menos que,  por lo mas distinguido de la aristocracia. 

        Debía aprender Juan todavía que los ruegos solo se hacen mas efectivos ante las personas piadosas, y los patrones de María solo habían alcanzado esa cierta edad en la vida adonde aun todavía seguían transitando como simples seres humanos, que se dejaban llevar fácilmente por esos, los cotidianos enojos, los que casi siempre son pasajeros, y que los confundieron creyéndose estar ante un abismo, y por lo cual tenían que decidir, categóricamente, rápidamente, para no caer dando un paso mas hacia adelante. 

        No fue toda una sorpresa, claro que no, pero la pobre María al poco tiempo se quedo sin su trabajo, y Juan se sintió culpable de casi todo, de haberla sacado de ahí, de haberla llevado a trabajar al campo, por eso debía ayudarla ahora mucho mas que nunca, y resolver primero, sobre todas las cosas, como y de que forma María debía dejar de tomar.  Y como si esto fuera poca cosa, se le agregaba el problema de ayudarla a conseguir un nuevo trabajo. 
       Anduvieron errantes por un tiempo, como les pasa a la mayoría, un poco por el impacto psicológico y otro poco por la desazón que ocasiona siempre la perdida de un trabajo. Encima, el tiempo pareció encolerizarse con ellos y un mes sin novedades,  paso volando. Juan imperiosamente debía volver al campo, a su trabajo,  así se lo requerían; aparte,  era la única manera eficaz que tenia de traerle una ayuda económica, una vez cada quince días, cuando el se venia a la ciudad y compartía un par de días con ella. 

         Juan angustiado viendo a María que no salia de su situación, solicito un permiso especial, se lo concedieron, dejo a cargo la escuela, la granja, los campos, a sus colaboradores. Durante todo ese tiempo que vendría a la ciudad para acompañarla, pensaba emplearlo para ayudarla en lo que fuera necesario. Pero al llegar, se encontró con la novedad de que María por la falta de trabajo, de ingresos, había empezado a mendigar por las calles, despreocupándose por su vestimenta y por su aseo personal. 
         De mendiga, primero, ella no consiguió 
obtener dinero suficiente para su sustento, entonces, después, salio decidida a juntar cartones con un pequeño carrito que en un supermercado por caridad le habían regalado. Al verla en ese estado Juan no pudo evitar entristecerse. Pero el sabia que bajando los brazos no conseguiría ningún resultado, debía ayudarla como fuera, mas todavía, cuando se entero que el dinero que el le había dejado no le había servido de mucho, los ladrones y los viejos conocidos,  la acecharon, la despojaron,  en mas de una ocasión,  de lo que Juan le había dejado. 

         Se disponía el entonces mas decidido que nunca a convivir con ella, a cuidarla mas de cerca, a vigilar para ella y a medida que podía, a ayudarla. María acepto esa ayuda, como aquellas personas que por amargas situaciones que atraviesan en la vida, aceptan todo con cierta desconfianza. Para Juan era una tarea difícil, pero loable a la vez por su característica. Debía renunciar nada menos que por un tiempo a sus amorosas pretensiones, esas que hasta ahora le habían suministrado las fuerzas extraordinarias. Debía dejar de lado muy dificultosamente sus anhelos, sus pretensiones y una buena parte de su pasión. 
        Era una tarea difícil la que le esperaba a Juan, debía hacerlo simplemente como un amigo, como aquel amigo que se brinda totalmente por otro amigo y desde esa óptica, debía estudiar, observar, encontrar la forma con la que ella abandonaría al menos esa vida de ciruja, y mas luego velar por ella para que pudiera abandonar su condición de alcohólica y la tarea mas difícil de todas, la que significaba convencerla que todo en la vida no se le solucionaría con solo ir,  como iba siempre, los sábados a ver, a charlar, a pedirle consejos a su querida madre,  allá sentada sola, enfrente de su tumba, durante horas,  en aquel viejo cementerio.




                                                Fin de la parte  5



Estimado Lector, muchas gracias y hasta la próxima entrada.