viernes, 20 de noviembre de 2015

CUENTO:MI MADRE ALCOHÓLICA. PARTE 6

 CUENTO: MI MADRE ALCOHÓLICA.                            PARTE 6

                                             De: Jorge Godoy

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      Maria no comprendió que Juan estaba para ayudarla, mas bien, pensaba que Juan la abandonaría al cabo de un corto tiempo,  tan pronto como descubriera que dentro de el, había una persona decente y trabajadora. Las personas con esa condición, no pueden compartir demasiado tiempo al lado de otras personas que viven en total estado de dejadez. 
     Por los pensamientos de Maria empezaron a correr sentimientos de verdadera lastima hacia Juan, nunca pudo concebir que un hombre de tanta capacidad intelectual, un hombre que se movía a diario entre gente de esferas sociales económicamente acomodadas, un ser solidario por naturaleza capacitado para llevar adelante nada menos que una escuela rural, adonde por lo general concurren chicos con profundos problemas de aprendizaje, y que muchos de ellos son la consecuencia de las miserias de una vida difícil que desgraciadamente sufren los que son muy pobres, por lo general viven aislados en partes alejadas de los campos; en donde casi siempre se delega la contención emocional, a los maestros.

     Maria lucia aspecto afeado y desagradable, rodeada y perseguida durante las noches por olores característicos que saben emanar de la piel en aquellos que son alcohólicos. Los deterioros físicos se habían establecido con fuerza durante el transcurso de su andar cotidiano; signos particulares que suelen frecuentar a las personas que padecen esta horrible enfermedad. 
     Se preguntaba como podía un caballero como Juan, entonces, poner un ojo sobre ella. ¿Que podía realmente interesarle de aquel aspecto exterior? Y se desgranaba la cabeza por la incertidumbre interna que le preguntaba a cada momento: ¿Existirá la belleza interior? Era la única razón por la cual imaginaba que Juan se había acercado a ella. No conocía señal de alguna otra cosa por la cual el era empujado a ayudarla tanto. 

     Maria no fue tan experimentada en su vida social. Solo había vivido con su madre, trabajando de sirvienta en dos o tres lugares de la ciudad, nada especial. Amigos, apenas solo tuvo algunos pasajeros en su juventud. Tuvo mas amigos últimamente, con eso de andar cirujeando por las noches para conseguir algo para comer, que en toda su vida. 
     De caminos monótonos, simples, acompañada siempre de su madre, compartiendo las ideas de ella, las preocupaciones, los gustos, hasta los puntos de vista; los que asimilo para ella como si fuera un legado, una herencia moral, que no debía dejar de cumplir, a pesar de los años que habían pasado desde que ella se murió. Maria no se permitía dejar de respetarla y hacia casi todo lo que ella desde el mas allá, le aconsejaba, en largas conversaciones nocturnas, alcohol de por medio, que tenían en una de las habitaciones de su casa, o también  cuando acudía desolada en su auxilio, para escuchar consejos, mientras cambiaba el agua de los floreros, en donde sin falta un rato después colocaba como siempre, flores nuevas.

      Juan, de a poco, comenzó a ayudarla con ese ritual, se ocupo personalmente de cambiar aguas y flores, asistiendola. El, debía experimentar tal situación, debía saber porque ella seguía aferrada a su madre. Paso a ser de un simple observador, a compañero de ella. A escuchar como Maria hablaba, preguntaba y luego esperaba las respuestas, para volver a preguntar una vez mas, y así continuaba toda la tarde, permaneciendo sentados los dos en el banco de cemento, frente a la tumba.  

       De esta manera Juan logro entrar un poco mas en su vida, compartiendo. Ahora le tocaba algo mas difícil, compartir el trabajo de la calle.
       Salieron pasada la tardecita, empujando el carrito de supermercado que le habían regalado. Los dos iban  empujándolo, cada uno con una mano, cooperando, como lo saben hacer las buenas familias, que cuando el hambre apremia se unen mucho mas para combatirlo. 
       Tomaron un recorrido que ella consideraba habitual, uno fructífero. En la primera hora de experiencia, Juan, noto que ella iba al trabajo con alegría, entusiasmada. Se pregunto una y otra vez, si ese tipo de trabajo le podía gustar a alguna persona.
        
       Cuando llegaron al primer objetivo, un supermercado chino que había dejado una montaña de cajas vacías para que alguien las llevara, en la vereda, todavía no había caído la tarde y en el camino, eso le llamo la atención, no encontraron a otros competidores. Con admirable maestría y con las manos, ella le enseñaba a Juan a desarmar las cajas, a aplastarlas con el pie para que ocuparan menos espacio dentro del carrito. Apenas unos minutos después iban camino al siguiente objetivo, a unas tres cuadras de la esquina, doblando a la derecha. Allí los esperaba una zapateria, que para esa hora, todos los días descartaba una cantidad de cajas considerable. La recolección duro apenas unas cuatro horas, ya con el carrito atestado de cartones, solo entonces, Maria se sintió satisfecha y,  le dio indicaciones a Juan de que ya debían volver. Mañana por la mañana irían a vender todo lo que hoy habían recolectado.


        A su casa llegaron a eso de las once de la noche, no sin antes, pasar por el kiosco y comprar cuatro botellas de vino que Maria pidió a cuenta de lo que le pagarían mañana por la venta del cartón, el kiosquero, que la conocía, sabia muy bien que ella le pagaría. En la esquina, en una improvisada parrilla callejera y ambulante, compraron dos choripanes a muy bajo precio. Con todo eso marcharon a casa. A Juan, en principio, le resulto una situación bastante incomoda, a esa hora, en su vida normal, el ya estaba durmiendo. Pero, debía seguir simulando para ingresar en el mundo de ella, solo para ayudarla. 
      Cualquiera diría que El se equivocaba, que ese no era un buen camino para ayudar a una enferma. Pero cada cristiano tiene sus pensamientos y el de Juan era tal, que se juraba a si mismo, con mucha fe que triunfaría. Seres sanos y mentados, considerarían a esta altura que Juan procedía como un demente. 
     El que alguna vez amo, sabe que el amor tiene cosas inexplicables, y algunos actúan de tal manera que todos los demás siempre lo ven a uno como a un tipo raro. 
     
     Solo había dos caminos, ganar o perder. El eligió el de ganar, lo malo era que todavía no podía hablar con mucha seguridad de resultados, pero si hubiera consultado con cualquier medico, todos le hubieran dicho lo mismo: Que nadie puede ayudar a una persona alcohólica, dándole mas alcohol. Quizás Juan estaba mas loco que ella, y si en vez de que fuera alcohólica Maria fuera una persona golpeada, quizás también el se dejaría pegar, solo para sentir que sensación dejan los golpes en las personas.

       La noche paso entre las cuatro botellas de vino, los dos chori panes y, conversaciones referentes al trabajo y algunas otras cosas sin demasiada importancia. La estrategia consistía en seguir aprendiendo del mal, adentrarse en el para combatirlo lo mejor posible. Cualquier ser humano ya hubiera empezado a sentir un poco de miedo, miedo de que el mal lo superara y luego lo absorbiera para siempre y no le dejara lugar para que escapara. Cosa común en el mal, pero es lo que durante miles de años le dio los mejores resultados. 
       Pero, Juan era consciente, tenia mucho amor por Maria y demasiado amor por si mismo, y contaba con que si alguna vez se pudiera ver doblegado, rogaba a Dios, que no se dejara vencer tan fácilmente.


                                             Fin de la parte  6
      
     



Estimado Lector, muchas gracias y hasta la próxima entrada.