sábado, 24 de septiembre de 2016

CUENTO: MI MADRE ALCOHÓLICA. PARTE 13

  CUENTO: MI MADRE ALCOHÓLICA
                  (PARTE 13)   



                                                                                      De: Jorge Godoy
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    Según ya lo había advertido el medico, que de la reacción que resultara el enfrentamiento con la verdad, dependería el alta transitoria de María.

    El sábado como habían quedado, fueron al cementerio con Juan. A la entrada los estaba esperando el Doctor y después de los saludos formales, entraron. Caminaron despacio, conversando de muchas cosas, se llegaron hasta el mismísimo lugar adonde siempre María sabia pasarse horas de extensa charla con su madre, frente a la tumba. A María le resulto extraño que no fuera ese el lugar de siempre, lo encontró distinto, cambiado, estaba completamente segura que ese era el lugar, pero, la tumba de su madre no estaba mas allí. Miro extrañada a Juan y al Doctor, buscando en sus rostros la respuesta. Que ambos le dijeran por un momento que algo de equivocado había en ese día, en ese momento y que nada de eso podía ser real. Se pregunto lo que estaba sucediendo, comenzó a preocuparse algo mas de la cuenta, ante el silencio prolongado de sus compañeros. El Doctor puso una mirada soslayada sobre los ojos de Juan, diciéndole que aguardara, que no dijera nada, que esperarían a que ella siguiera explayándose hasta que se diera cuenta de que podría caber la posibilidad de que alguna vez en la vida, esto tenia que suceder y, que ese día para ella, tenia que significar el comienzo de una vida nueva sin la tumba de madre. María empezó a comprender, no por poca cosa la habían dejado salir del hospital, y como sucedió con el altar en su casa y los demás cambios que se sucedieron rápidamente, esta también, una sorpresa dolorosa para ella, también la debía soportar. 

     ---¿ Adonde, se llevaron el cuerpo de mi madre, Juan? Pregunto desconcertada.

     La pregunta, muy difícil de responder, tenia una sola respuesta, la habían cremado. Como explicarle que todo fue para su recuperación, que el Doctor lo ordenó, lo sentenció, para su mejoría mental; para que de ahora en más comenzara una vida nueva, una vida mejor, sin pasado, sin historias dolientes, sin heridas que nunca cicatrizarían sin ese tratamiento, todo ese molesto recomponer psicológico que aún debía sin falta transitar hasta llegar a su conciencia y remover de allí, tajante, parte de su historia heredada, la peor, la viciosa.

     Asintió con la cabeza el Doctor a Juan que quedo inerte ante la pregunta inflexible de María, invitándola a sentarse en el banco que habitualmente lo habían hecho hace tiempo atrás celebrando esa ceremonia semanal; ese banco gris de cemento y frío, como debería ser su respuesta. Ya no se trataba de aplicar sus propias recetas psicológicas venidas del campo, extraídas de la experiencia personal acumulada durante años de andar intimando con lacerosos problemas sociales. Si no que, ahora debía entregarse, rendirse, ante la demanda imperiosa de los facultativos. 

    Sentose María por invitación de Juan a escuchar. Nerviosa, inclinando su torso, hundiendo su pecho, y juntando sus manos, haciendo sonar sus nudillos, esperando con ansiedad, una buena respuesta. 

    Juan, comenzó a contarle con cierto nerviosismo, lo que habían hecho mientras ella permaneció internada y paso a explicarle, atemorizado, por cierta reacción que pudiera desfavorecerla a ella, ante la presencia escrutable del doctor que de alguna manera cercioraba cada una de las reacciones de María, para diagnosticar su posterior tratamiento.

    María, se levanto del asiento, enojada, pero sin decir nada, como adivinando su mala suerte. No por nada bueno estaba con su presencia el doctor por allí. Analizo y pensó rápidamente como cuidándose de no ocasionarse mas daño que lo que hasta ahora se había hecho, descuidándose, sobre todo, de las acciones de los demás. Puso en practica todo lo aprendido de los compañeros del hospital, se recato. Sintió dentro suyo un ardor símil al que provocan las llamas descontroladas de un infierno, sintiéndose desposeída y despojada, sin honor. Pero, advirtiendo al instante que, como le había dicho alguna vez una buena compañera, loca, del hospital "lo malo venia siempre disfrazado de bueno". Y ella ya había aprendido con creces, tales bondades ofrecidas a cambio de una vida saludable mejor.

     --- ¿ Y que han hecho con sus restos? ¿Adonde están? Pregunto, ocultando su azoramiento.

     La verdad que Juan y el Doctor le dieron como respuesta, le cayó como una piedra encima, lapidaria. 
     Sentose, abatida, nuevamente María en el banco de cemento de aquel cementerio, el mismo que fuera su antiguo consuelo y compañía de los sábados durante los últimos años. Viose  sus ropas , su atuendo, sus cambios personales y, objetó a su conciencia, un remordimiento, un pesar. Pero, su prestancia debía seguir ocultando lo insoportable, una y otra vez, hasta forjar con miseros dolores su resistencia, para aguantar esta y otras pruebas mas.



     Juan se encargo de llevar a su casa la cenizas de su madre muerta. Despidieron al doctor en la puerta del cementerio y este le dijo a Juan que en unos días daría una resolución a su pedido.
     Durante el camino de regreso a su casa Juan y María, por las circunstancias, casi no mediaron palabra. En el rostro abatido y empalidecido de ella, solo circundaba un pensamiento. Sosegarse, para no caer en la ira, ni el rencor. Y se encomendó hasta el día mañana, después de descansar, para ver de que forma seguiría sobreviviendo. 


                                                  Fin de la parte 13


Estimado Lector  muchas gracias y hasta la próxima entrada.
     
     

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